Diamela Eltit:
desde el margen
Una figura descollante dentro de la literatura chilena
actual. Despreciada por algunos, valorada por otros, Diamela Eltit es una
escritora excepcional, autora de novelas delirantes y complejas, cofundadora
del CADA (Colectivo de Acciones de Arte) y autora de valiosos ensayos que
proponen una nueva mirada a las letras
nacionales.
nacionales.
Una primera
aproximación al mundo y a la obra de Diamela Eltit es la que entrega la propia
autora, al describir sus años de infancia y adolescencia, atravesados por la
precariedad económica. Esto marcará prematuramente su carácter y, luego, su
obra:
“Como yo no nací en cuna de oro y me enfrento diariamente a salvar la subsistencia de mi familia y la mía propia, estoy a perpetuidad en la vereda de las trabajadoras y porto la disciplina, pero también la rebeldía legítima y legal de la subordinada social. Por eso, tal vez, desde mi infancia de barriobajo, vulnerada por crisis familiares, como hija de mi padre y de sus penurias, estoy abierta a leer los síntomas del desamparo, sea social, sea mental. Mi solidaridad política mayor, irrestricta, y hasta épica, es con esos espacios de desamparo, y mi aspiración es a un mayor equilibrio social y a la flexibilidad en los aparatos de poder”. (“Errante, errática”, en Lértora, 1993: 21)
Pese a las limitaciones económicas, el estudio y la lectura siempre fueron pieza fundamental de su vida, por lo que Eltit se fue convirtiendo no sólo en una autora con talento innato, sino, más bien, en una escritora que se forja en el día a día, en la rigurosidad, es decir, a través de la revisión y documentación constante de su escritura.
Su paso como estudiante de pedagogía en castellano en la Universidad Católica y, posteriormente, en la Universidad de Chile ocurre pocos años después de que la dictadura se instalara en el país. Es entonces cuando la autora, junto a los otros miembros del CADA, realiza un serio cuestionamiento de la práctica artística en represión.
Es tal vez en esos mismos años que su escritura va tomando forma, por medio de una temática comprometida y reivindicativa, cuestionadora tanto de lo político como de lo social y, en especial, de la identidad cultural latinoamericana. Se va visualizando en su obra sutiles intenciones de rebelión invisible frente a los espacios de represión. El tópico del poder ocupará un lugar trascendente en toda la obra de Eltit desde la publicación de Lumpérica, su primera novela. Pues, como ella misma lo afirma, el poder y el margen han sido desde siempre el centro de sus preocupaciones estéticas:
“(...) debido a mi formación psíquica, pongo mi interés en todo lo que está reprimido por el poder central dominante. Creo que ahí hay un punto político. Entonces, en esa instancia y/o lugar estoy más sensibilizada y relacionada hacia aquellos sectores de lo imaginario y real oprimidos, que es lo que entendería por margen. Ahora, desde luego, esa marginalidad simbólica uno la puede hacer depositar en sectores socialmente marginales o no (...) Lo que más me importa es el asunto del poder y cómo se manifiesta en ciertos sectores oprimidos ya sea en forma de la violencia, el desamparo, el desarraigo, la discriminación sexual, el silenciamiento”. (García Corales, Guillermo, “Entrevista con Diamela Eltit: Una reflexión sobre su literatura y el momento políticocultural chileno”, en Revista de Estudios Colombianos, 1990, nº 9, Pág. 73)
La temática del “poder” se materializa en protesta contra variadas formas opresivas. Por ejemplo, el sistema político represivo, el sistema literario que está dominado por códigos masculinos de representación, la opresión de la tradición familiar, la opresión de los sistemas económicos, etcétera.
Este tópico poder / margen está estrechamente relacionado con otro: la fragmentación, la .dispersión. de su escritura, la cual se plasma en su obra a través del quiebre de la sintaxis, del descentramiento del narrador y los personajes, de la trama circular o con múltiples variaciones de un mismo hecho, entre otras características. Eltit se refiere a esto cuando dice:
“No me he planteado, hasta el momento, una novela monolítica basada en la racionalidad de sus mecanismos. Más bien me ha interesado el divagar que permite la fragmentación, la pluralidad, la arista y el borde (...) Lo disperso será siempre aquello que se recorta como margen porque cuestiona los centros y su unidad. Trabajar con pedazos de materiales, con retazos de voces, explorar vagamente (digo, a la manera vagabunda) los géneros, la mascarada, el simulacro y la verbalizada emoción, ha sido mi lugar literario”. (“Errante, errática”, en Lértora, 1993: 20)
Respecto a los personajes eltianos, todos son marginales. Su condición sexual, política, social, racial, entre otras, se opone a los cánones del poder imperante. Además, están sumergidos en un mundo que crea una atmósfera de exclusión y opresión. Hay una fuerza no explicitada que los oprime y les hace jugar el rol de oprimidos; son constantemente victimizados por una fuerza fáctica.
Estos personajes se sitúan en espacios físicos estáticos y pequeños. Es decir, el espacio de la narración no transciende, no muta. Es un espacio encapsulado, ya demarcado convencionalmente .súper, plaza, casa., que produce una especie de narración enjaulada.
El lenguaje, por su parte, no sólo se vuelve conflictivo en su significación por la capacidad de encriptamiento, sino también por presentar la narración a través de múltiples voces. Es un narrador multiforme, capaz de cambiar las perspectivas desde las que narra. Así, puede vislumbrar la complejidad de las distintas visiones de un mismo acontecimiento.
Asimismo, en la obra de Eltit, lo narrado está implícitamente relacionado con el contexto sociocultural en el que la obra se forja; por tanto refleja, difusamente, las sensaciones que van circundando este momento. Así, en su obra se vislumbran sutiles atisbos de simpatía con una postura propia frente a la situación imperante, la cual constantemente se muestra disconforme.
Las primeras obras de Eltit se caracterizan por configurar el mundo narrado a través del hermetismo, es decir, a través de un lenguaje que se resiste a la interpretación lineal. Dicho lenguaje está cargado de metaforizaciones, fórmula de encubrimiento tanto de los significados como de los significantes que componen la obra, para evitar el desciframiento lineal de los códigos por parte de la represión y la censura. Además, en sus inicios las obras están impregnadas por la autopersonificación en la narración, es decir, el protagonismo de la autora en la obra encubierto en un personaje.
Sin embargo, la llegada de la Democracia y su propia maduración como escritora, producen un cambio en su narrativa. Su lenguaje se va depurando -sin perder su carga de desciframiento-, los tópicos se renuevan y la crítica a la sociedad también. Los macrorrelatos con intención fundacional de otrora (Lumpérica, Por la patria, etc.) son reemplazados por historias más modestas y antiheroicas que reflejan de mejor manera la situación actual (Vaca sagrada, Mano de obra).
En síntesis, es de considerar que Diamela Eltit es una escritora chilena contemporánea que ha buscado asentarse en un “lugar literario” propio, ajeno a los cánones de la tradición literaria tanto chilena como hispanoamericana, lo cual le ha valido la reprobación de muchos críticos y/o lectores que la califican de “hermética”, “confusa” o de “muy intelectual”. Pero, a su vez, le ha otorgado un espacio entre las autoras más significativas y rupturistas de la segunda mitad del siglo XX.
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