Poesía

Unas palabras con olor a cerveza
El olor de la cerveza. La canícula se transpira a la hora del crepúsculo. Hace calor. El tibio aire crea una atmósfera espesa, como las ideas a esta hora. Es un estado mental inconsciente colectivo. Las estrellas parecen grillos con su canto de metal. Me colgaría de esta noche en que un pedazo de luna asoma por entre las nubes solitarias, que surcan la bóveda celeste a esta hora. Las ideas duermen. Esperan que refresque para salir. Un vaso de cerveza es la mejor metáfora de cómo se va consumiendo el tiempo... abismantemente rápido para los humanos, extremadamente lento para el universo.    


Tallarines con salsa

Los dos comiendo en una mesa 
sin mantel,
después de años sin vernos, 
en silencio, 
luego de tanta agua 
bajo el puente.
Y sin embargo nos miramos 
y somos los mismos de entonces 
hermosos, ilusionados,
como antes.
Un plato de tallarines 
con salsa, 
Un plato común 
y corriente, 
nunca me pareció 
tan exquisito
como entonces.
Lo preparamos juntos, 
conversando de la vida, 
y de tanta muerte. 
Tú preparabas la salsa,
yo picaba la cebolla,
ambos llorábamos 
un poco, 
quizá producto de 
ese vegetal. 
Un plato de tallarines 
con salsa. 
En una mesa sin mantel, 
en un departamento viejo.
Un plato de tallarines con salsa
que terminó comiéndose 
un perro. 



Este poema de abajo lo escribí pensando en mis años en el Mítico Peda: 

ADIÓS, REVOLUCIÓN
Éramos felices hablando del futuro / de lo que haríamos con el mundo / de lo que nunca haríamos / y de la revolución
No teníamos un peso en los bolsillos / nuestra riqueza estaba en los sueños /
éramos los dueños del mundo 
Había muchos como nosotros / recuerdo sus caras / sus nombres / sus brillantes miradas 
"compañero", "compañera"
qué palabra tan bonita / en aquella época
"luchar" / "resistir"
qué verbos tan bellamente utilizados
qué delicia tomarse una cerveza / con los grandes filósofos / 
hablar de los grandes problemas del hombre /
cuando tirar una piedra tenía sentido,
cuando hablar de Paulo Freire tenía sentido,
cuando decir: "las poblaciones" y "la educación popular" tenía sentido  
cuando la frase  "pacos culiaos" era una consigna del alma
no contra el paco, sino contra todo
poesía, vino, embriaguez, compromiso,
entrar en un tiempo ritual / 
sin relojes / sin apuros 
Nada nos hubiera vencido / ni la fuerza más grande del mundo 
Nada 
excepto la vida / y su curso 
el tiempo / y esos pequeños y molestos detalles: comer, vestir, tener hijos, trabajar...
trabajar para vivir / vivir para trabajar / 
(nuestra riqueza estaba en los sueños) 
Íbamos a ser revolucionarios
Ayer lo recordé / cuando iba al trabajo
atrasado / sin ganas / 
lamentando haberme levantado /
y vi un graffiti cursi pintado en la pared
"la derrota más grande / 
es dejar de intentarlo" 




Aquí dejo unos poemas que escribí hace años, estando en Valparaíso. Allí empecé a escribir en un cuaderno que titulé "Alegorías de Valparaíso"... 

Barroco porteño 
La cárcel de Valparaíso ha sido abandonada.
Si una casa abandonada es triste, un pueblo, una estación de trenes… ¡cuánto más una cárcel!
La cárcel de Valparaíso ha sido abandonada por el tiempo y yo soy el primero en entrar en años.
Está anocheciendo. Las estrellas y mi amiga me brindan su compañía.
El óxido cubre la chapa de la puerta, repta por las paredes.
Somos profundamente felices en medio de tanta tristeza desparramada.   

Enciendo un fósforo. En una de las paredes, escrito con mierda, hay un dibujo, probablemente de Cristo. Abajo tiene escrito: perdóname hija.

Pude hablar con uno de los reos. Me dijo que se llamaba Aniceto. Tengo un pulmón perforado, / una herida que no se ve, / pero que duele   me dijo. 

Un zapato roto en uno de los rincones.

Ser un par de zapatos desgastados por las escaleras vertiginosas del Puerto. Valparaíso, cómo. Valparaíso, cómo poder apresarte, belleza, sublimación de la pobreza. 

Contemplo la bahía desde un mirador, como Aniceto. 


A rey muerto, rey puesto
Imaginar una copa a medio llenar. Una copa de vino rota. Una copa abandonada.   
Imaginar una escalera porteña, de aquellas estrechas, vertiginosas e imponentes, con trescientos sesenta y cinco peldaños.
Imaginar la copa depositada al borde del peldaño número ciento cuarenta y seis.
Imaginar que yo voy caminando ebrio por la escalera. Que me tambaleo contra el vacío.
Imaginarme tomando la copa.
Imaginar que voy a morder esa copa hasta sangrar.
Imaginar que la sangre completa la medida y la desborda.
Imaginar que son las doce de la noche del treinta y uno de diciembre de mil novecientos y tanto.
Las doce de la noche en Valparaíso.
Las sirenas de los barcos, la torre del reloj, los miradores atestados de gente, los fuegos artificiales.
Cortan la luz en el Puerto.
Voy a escuchar el conteo final:
Diez- el fervor de lo vivido, el engaño de la memoria
Nueve- esta tristeza pegada a mi camisa  
Ocho- una hermosa que está en alguna parte que desconozco
Siete- ¿por qué no estoy ebrio y los demás sí?
Seis- la caricia de esta cálida noche
Cinco- la eyaculación del tiempo en mi rostro
Cuatro- tengo que hacer algo con mi vida
Tres- el carnaval que se prepara
Dos- todo tiempo pasado fue mejor
Uno- las sirenas de los barcos dan la melancólica señal
¡Feliz Año Nuevo, mierda! 



Valparaíso, primero de enero
¿Acaso no sientes la soledad que envuelve a los cuerpos en el Carnaval? La muerte se pasea por allí con máscaras risueñas. El fulgor y la pasión quedarán sonando en una esquina, pero al amanecer se extinguirán. Mientras, una muchacha virgen se recuesta con las primeras luces y un animal desenfrenado trata de perpetuar la vida que huye siempre después de nuestros ingenuos ritos.

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